Perfil Parisi

Franco Parisi: de fenómeno digital a candidato en terreno

La escena podría ser cualquiera de las que hoy se repiten en eventos, ferias y plazas del país: Franco Parisi caminando entre puestos de frutas, la gente se le acerca, celulares en alto, saludos, bromas, una que otra seflie. Él sonríe. Parece cómodo. Más cómodo que nunca. Como si después de años de presencia remota estuviera conociendo nuevamente el país. Y también al revés: como si el país estuviera conociéndolo a él.

Porque Franco Aldo Parisi Fernández, nacido en Santiago en 1967, no es un recién llegado.  Sin embargo, su figura política nació mucho después, en ese territorio ambiguo entre la pantalla y la sospecha. Ingeniero comercial de la Universidad de Chile; doctor en Administración y Finanzas por la Universidad de Georgia; profesor en Alabama, Texas Tech y Rice; vicedecano y decano interino de la FEN; su currículum académico es tan extenso como su voluntad de no encasillarse en ninguna estructura partidaria.

Donde sí encajó, y con una precisión casi quirúrgica, fue en el descontento ciudadano. Parisi no aterrizó en la política desde partidos ni movimientos sociales, sino desde los medios: explicó el fraude de la multitienda La Polar en lenguaje directo, didáctico, casi de sobremesa. Ese fue su punto de inflexión, en 2011. Así, descubrió que la economía, bien contada, era el puente más corto entre la élite y la audiencia. Y también entre él y un electorado cansado de explicaciones herméticas.

Desde entonces se presenta como un candidato de centro, aunque se trata de un centro dibujado por contraste: ni “fachos” ni “comunachos”, repite como quien sabe que su público prefiere las etiquetas claras. Su retórica es vertical: denuncia abusos en todos los sectores, acusa operadores políticos en ambas veredas y se instala como intérprete de “la gente común”, un concepto que convirtió en identidad política antes de fundar el Partido de la Gente, legalizado en 2021 tras reunir firmas en todo el país.

Su trayectoria electoral también es particular. En 2013, tras haber reunido más de 50 mil firmas para inscribirse en el Servel, debutó en la papeleta presidencial con 10,11% de los votos y alcanzó el cuarto lugar entre nueve candidatos. Su segundo intento en el 2017 no prosperó y terminó bajando su candidatura. Algunos pensaron que sus aspiraciones se archivarían. Pero no desfallecería y lo haría de una forma inédita.

En 2021 elevó la anomalía al rango de récord internacional: obtuvo 12,8% sin pisar Chile, sin debates, sin actos masivos. Desde Estados Unidos, armado solo de transmisiones por streaming y redes sociales, se transformó en un candidato fantasma que rompió las reglas no escritas de la campaña moderna.

Este año, la escena es completamente distinta. Parisi está aquí, recorriendo ciudades, saludando, abrazando y reencontrándose con un país que lo vio solo en pantalla durante demasiado tiempo. Su equipo reconoce que en 2021 la ausencia física y una cuarentena obligatoria frustraron su regreso impactando su votación final; ahora, la presencia en terreno es parte del mensaje, casi el núcleo del relato.

En su biografía temprana, suele subrayar orden y disciplina: Escuela Experimental Salvador Sanfuentes, Instituto Nacional y su paso por la Escuela Militar antes de entrar a Ingeniería Comercial en la Universidad de Chile. Quienes lo conocen de esa etapa hablan de ambición temprana, claridad de objetivos y una mezcla inusual de carisma y rigor académico. Sus cercanos lo recuerdan como un expositor magnético, capaz de mantener la atención de una sala durante una hora y media.

Pero también arrastra controversias persistentes. La deuda de pensión de alimentos que derivó en una orden de arraigo en 2021, se convirtió en un punto crítico para su imagen pública. Él asegura que fue un caso politizado, mientras que sus detractores lo recuerdan cada vez que pueden. En 2022 llegó a un acuerdo judicial reconociendo la deuda y renunciando a la patria potestad de sus mellizos. El episodio sigue ahí, como ruido de fondo, aunque él lo menciona lo menos posible.

A eso se suman acusaciones históricas: deudas laborales que lo enfrentaron públicamente con Evelyn Matthei en 2013; firmas validadas por un notario luego removido; y una rendición rechazada por el Servel en 2014 por incluir ropa interior, corbatas Hugo Boss y la contratación de una prima en los gastos de campaña.

Hoy, en campaña, Parisi opera con discurso afinado: “migración legal y  fronteras controladas con minas antitanques”, legalización de marihuana recreativa como en Massachusetts, zonas francas bancarias inspiradas en la legislación uruguaya, centros de rehabilitación gestionados por evangélicos.

También tiene respuestas para las preguntas de siempre. ¿Eutanasia? Plebiscito digital con Clave Única. ¿Aborto? Mantener las tres causales. ¿Adopción? Ampliarla significativamente ¿Seguridad? “Bala o cárcel”.

Pero el giro más decisivo es otro: Parisi volvió al territorio, y eso le permite construir una narrativa distinta a la del fenómeno digital irrepetible. Hoy se abraza con la gente, conversa, se deja ver. Le gusta estar en Chile.

Mientras avanza entre los puestos de la feria, alguien le pregunta si “esta vez sí”. Él sonríe, como si la pregunta fuera inevitable y también parte del rito. “La tercera es la vencida”, responde. Y en esa frase se condensa su apuesta: que en un país cansado de la política tradicional, la recompensa que persigue desde hace más de una década todavía esté ahí, esperándolo en la urna.

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